Rincones con aroma a violeta se convierten en seña de identidad de Madrid.
Una personalidad propia que se diferencia de las 'otras ciudades'.
Los habitantes de Madrid, de diversas trazas y procedencias, se mezclan con la antigüedad de esquinas dobladas por el tiempo. Recorrer las interminables calles de Madrid es, sencillamente, indescriptible. Es posible amar su belleza contemplando la romántica que se respira; en los bancos del Jardín Botánico, en las pequeñas estancias del museo romántico de la calle San Mateo o en las terrazas de algunos de sus cafés. El renacimiento de una ciudad atrapada en una composición original que nos evoca, en ocasiones, a Grey Flannel.
Ni fresca ni perfumada, porque es fresca y perfumada a la vez. Ni para mujer ni para hombre, porque puede vestir a ambos. Esencia de Madrid escribe versos. Manda ramos de violeta y los luce en el ojal.
"En Madrid aparecen las violeteras Que pregonando parecen golondrinas Que van piando, que van piando."